martes, 22 de febrero de 2011

APACIGUAR EL APETITO DE CORAZONES Y SANGRE



Los aztecas creían que, al crear el mundo, sus dioses ofrecieron  sus corazones y su sangre al sol, y que, como beneficiarios de los dioses, ellos tenían que efectuar un sacrificio similar para mantener el universo en perfecto equilibrio.
Aunque la mayor parte de sus deidades requerían sacrificios regulares, quien necesitaba más alimento era su patrón, el dios de la guerra Huitzilopochtli. Se creía que, si no se le fortificaba diariamente con corazones y sangre humanos, carecería de la fuerza necesaria para luchar contra las fuerzas de la noche, y no conseguiría amanecer  como el sol a la mañana siguiente.

“Debemos conquistar todos los pueblos del universo”, alardeaba Huitzilopochtli, dios patrón de los aztecas, o al menos eso es lo que los aztecas informaban que les había dicho.

La constante lucha del sol con la luna y las estrellas tenía que reanudarse cada noche, y si Huitzilopochtli perdía la batalla, la vida terminaría en un sudario de oscuridad. Su fuerza tenía que ser repuesta constantemente, y a los ojos aztecas el alimento más seguro era la sangre humana, la que se referían como “el agua más preciosa”.

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