Un dios azteca asociado con la primavera, exigía sacrificios humanos en un rito anual de renovación. Después de que los prisioneros perecieran durante una ceremonia que simulaba una batalla, sus cuerpos eran despellejados, y los penitentes llevaban sus pieles durante 20 días.
Los guerreros seleccionados, lubricaban sus cuerpos con grasa y se vestían las pieles. Goteando sangre y grasa, los horriblemente vestidos hombres recorrían la ciudad.
Durante el periodo que llevaban la piel, él y todos a su alrededor tenían que soportar el hedor que desprendían. Al final, se libraban del podrido y semi desintegrado atuendo, que era enterrado en una cueva a los pies del templo de Xipe, luego se lavaban profundamente todo el cuerpo, frotando toda la grasa con harina de maíz.
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